Una vez más, el verano ha pasado como un suspiro y toca volver a hacer las maletas para regresar al otoño que nos devuelve a nuestra rutina estudiantil. Se acaba para mí mi período becarial avilesino, aunque como todos sabemos algunos han tenido más suerte y se han hecho un hueco en el reporterismo de la villa. Suerte para ellos.
De todas formas, lo que quería decir es que, para el que no lo sepa, ser periodista en prácticas en Avilés es mucho más divertido de lo que muchos creerían (incluso yo misma), y el círculo es cerrado pero dinámico. Desde aquí quiero dar las gracias a mis compañeras de redacción y a los tantos cafés con hielo que nos hemos tomado. Y Dios bendiga a las cañas de un euro de los Pecaditos. Cenas extraoficiales aparte, todos y cada uno de los becarios de Avilés han aportado su granito de arena para que las sobremesas hayan sido más entretenidas, dando siempre para largas conversaciones y millones de carcajadas. Siempre era agradable llegar a las doce al ayuntamiento para cubrir la rueda de prensa de la vigésima feria o festival con el que el consistorio nos sorprendía, y estar rodeada de caras conocidas que comentaban el último cotilleo que corría como la pólvora por el mundo becarial. Lo echaré de menos, de eso no cabe duda. Esta es mi reflexión sobre el verano del becario: ojalá durara más, siempre sabe a poco. Gracias a todos los que habéis compartido rulas y presentaciones conmigo, y a todos los que se han tomado el café de rigor antes de volver a trabajar. Nos vemos en junio.
Gutiérrez.
